MONTEVIDEO, ARTE Y PAISAJE DE RAMÓN MÉRICA EN DIARIO URUGUAY.
"...se asevera que en la bahía de Montevideo hay encallados a causa de naufragios decenas de embarcaciones que no pudieron contra esas implacables inclemencias"
A diferencia del de Buenos Aires, un puerto inventado, creado por el hombre, el de Montevideo es un puerto natural, ese abrazo franco de tierra y mar como los que tanto apreciaron los fenicios. No en vano sobre esa bahía se abalanzaron portugueses, españoles, ingleses, brasileños, a sabiendas que ese enclave era un privilegio de la naturaleza que se debía custodiar; sobre todo en los tiempos en que estas tierras empezaban a dejar de ser "de nadie".
No hubo necesidad de crear un gran diseño desde el momento en que ya lo había hecho la naturaleza, pero en cambio fueron necesarios técnicos, operarios capaces de domar el furor de las aguas de la bahía, azuzadas continuamente por furias eólicas que marcan una de las grandes características de la ciudad. Esos furores fueron padecidos sobradamente por navegantes conocidos y por bucaneros, por barcos mercantes y otros no tan legales: se asevera que en la bahía de Montevideo hay encallados a causa de naufragios decenas de embarcaciones que no pudieron contra esas implacables inclemencias. Un cuantioso tesoro dormita bajo sus aguas borrosas sin que nadie pueda rescatarlo.
LA ESQUINA de Cerrito e Ituzaingó hoy en la Ciudad Vieja de Montevideo.[/caption]Así como Tomás Toribio (1756-1810) fue el primer arquitecto que tuvo la ciudad y el país, se puede decir que el ingeniero Domingo Petrarca fue el primer urbanista, el pionero organizador del espacio de la ciudad de la bahía, el que dio el grito inicial de lo que con el tiempo se llamaría planificación territorial.
A Petrarca se le debe la fundamental batería de San Felipe -en honor al monarca contemporáneo Felipe V- ordenada por el fundador Zavala, situada aproximadamente en la esquina formada por las actuales calles Cerrito e Ituzaingó. También a ese ingeniero hay que agradecer la construcción de un fuerte, el que empezó a ser levantado en abril de 1724 con el concurso de mil indios tapes llegados bajo la tutela de religiosos de la Compañía de Jesús y cuya construcción fue terminada a fines de 1725.
De todo eso ya no queda nada, pero en cambio persiste en el casco histórico lo que quizá sea el mayor aporte del ingeniero Petrarca: el delineado de las primeras cuadras de la futura Montevideo y el diseño y diagrama de la naciente ciudad, el trazado original que persiste hasta hoy.
Ese trabajo fue llamado Ribera del Puerto y hoy comprende el espacio entre las calles Piedras y Cerrito, Solís y Zabala, Zabala y Misiones, Misiones y Treinta y Tres, Treinta y Tres e Ituzaingó y Juan Carlos Gómez, Juan Carlos Gómez y Bartolomé Mitre.
El trazado de las "quadras" en el plano de 1730 (de Petrarca) estaría limitado por la calle Misiones al Oeste, Piedras al Norte, Buenos Aires al Sur y al Este por una línea quebrada cuya parte extrema de 212 varas parte del centro de la plaza Independencia donde se encuentra la estatua de Artigas, hacia el Norte hasta la calle Rincón entre Juncal y Ciudadela.
Había sido dado el puntapié inicial de la urbanización montevideana y es como si el vizcaíno Zavala y su ingeniero urbanista hubieran dicho:"Ahora, Montevideo, échate a andar"
Había sido abierta la puerta-puerto.
CASA DE TOMÁS TORIBIO ES MUSEO EN LA CIUDAD VIEJA
LA CASA está en calle Piedras 526-28, entre Ituzaingó y Treinta y Tres.[/caption]Construida como vivienda familiar, por el Arq. Tomás Toribio, en 1804, la casa de Tomás Toribio -primer arquitecto que tuvo la ciudad de Montevideo- constituye uno de los pocos ejemplos de arquitectura doméstica colonial que aún pervive.
Se trata de un predio de frente muy angosto, gran profundidad y poco común por la existencia de una servidumbre de paso hacia la primera fuente de abastecimiento de agua dulce que tuvo la ciudad. El problema se resolvió en forma hábil dejando una planta baja libre con un pasaje cubierto para acceder a la fuente y desarrollando la vivienda en la planta alta. Esta se estructura en dos sectores divididos por un patio y una circulación lateral lineal que conecta todos los espacios: el frente contiene el área de relación, y el fondo los dormitorios y una escalera que conduce al tercer nivel donde se ubican las habitaciones de servicio.
El partido arquitectónico adoptado no sigue el característico tipo patio de la época; recuerda más bien las soluciones de las casas europeas medievales, como observa el arquitecto Giuria. La fachada, con un lenguaje derivado del neoclasicismo académico, asume las características de austeridad y sobriedad propias del desarrollo de esta modalidad en el período colonial en Uruguay. La austera decoración tiene su acento en el balcón con balaustres de hierro fundido de modelo igual a los del Cabildo.
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